Autobiografía de Fran Alonso

Aunque no lo recuerdo, nací en Vigo, en 1963. Y lo digo, porque sería sensacional poder acordarme de un acontecimiento tan decisivo para mi historia personal. Efectivamente, nací en Vigo y soy urbano de condición, aunque pasé los cinco primeros años de mi vida vida en la aldea de mi padre, en el ayuntamiento de Crecente, territorio fronterizo con Portugal, así como todos los fines de semana de lunes a vienres hasta que tuve 14 o 15 años. Ademais, hasta bien pasada la adolescencia, mi vida también estuvo ligada al pueblo –por aquel entonces marinero– de Baiona, donde residían mis abuelos maternos... y a la cotidianidad y oficios del mar, algo sobre lo que ya he escrito en alguna ocasión. Hasta llegar a la Universidad, pasé por cuatro o cinco centros de enseñanza; de algunos guardo buenos recuerdos y otros prefiero olvidarlos. Mi profesor de latín en el bachillerato, con una capacidad envidiable para insuflar autoestima, siempre me decía que yo nunca sería nada en la vida. Tenía razón. Por eso escribo. Soy licenciado en Filología Gallego-Portuguesa por la Universidad de Santiago de Compostela, y siempre desenvolví mi labor profesional en los ámbitos del periodismo y  la edición. También realicé estudios de posgrado en Literatura Infantil y Fomento de la Lectura, durante dos años, en la Facultad de Ciencias de la Educación de Cuenca. Formé parte del Diario 16 de Galicia y desde 1992 trabajo en Edicións Xerais de Galicia, donde en la actualidad soy Subdirector para la Edición General. Entre 2006 y 2010 fui vicepresidente de la Asociación Galega de Editores. De mi trabajo editorial, me gusta resaltar la etapa en la que dirigí la colección de poesía Ablativo Absoluto, que actuó como motor de propulsión de la poesía de los 90. Como periodista, en 1996 presenté un breve espacio dedicado a los libros en la televisión local de Vigo, dentro de un programa de variedades dirigido por el periodista Fernando Franco. Durante varios años fui colaborador habitual de la sección de opinión del diario La Voz de Galicia, posteriormente escribí para el suplemento Luces de El País, y entre 2001 y 2011 colaboré en el desaparecido semanario A Nosa TerraAhora colaboro con el periódico digital Praza Pública. Mantengo un blog en la rede desde 2003, Cabrafanada, uno de los pioneros en el ámbito cultural gallego, y en él publico anécdotas, opiniones, información sobre mis libros, vídeos, ideas y otro tipo de textos, mayormente relacionados con mi oficio de escribir o con la cultura y la política. Es mi Cosmocuaderno y te invito a visitarlo.  
Lo más importante que puedo decir de mí es que yo soy un tipo normal. No, de verdad, te lo digo en serio. Yo soy un tipo normal. Lo digo porque mucha gente piensa que os escritores somos tipos raros, gente de otro mundo. Habrá quienes sean tipos raros, no digo que no. Bueno, pues yo soy un tipo normal. Un poco despistado, eso si, pero normal. Me gusta la literatura pero, la verdad, me gusta mucho más la vida. Hay muchas cosas que me gustan, y la mayor parte de ellas tienen que ver con gozar de la vida. Me apasiona viajar. Me encanta leer en el váter. Y me muero por las nueces con pan. Parecen estupendas banalidades, pero me interesa mucho la teoría de lo banal. Habría que escribir sobre eso. 

En cuanto a los premios, son importantes, pero creo que no definen la trayectoria de un escritor. En cualquier caso, estoy muy agradecido por los que he recibido, que fueron, entre otros, el Premio Blanco Amor de Novela Longa, el Premio Rañolas de Literatura Infantil y Juvenil al mejor libro del ano, el Premio Losada Diéguez de Creación Literaria, el Premio Neira Vilas al mejor Libro Infantil del año, la distinción White Ravens de la Internationale Jugendbibliothek de Múnic y el Premio de Novela por Entregas La Voz de Galicia. Como narrador he publicado Tráiler (1991); Cemeterio de elefantes (1994); que editará proximamente Pulp Books en castellano bajo el título Cementerio de elefantesSilencio (1995); O brillo dos elefantes (1999); Males de cabeza (2001), traducido por Faktoría K con el mismo título (2007); Cartas de amor (2006), traducido por Algar Joven (2008) con el mismo título; Ninguén (2011) y A punta de pistola (2012). He abordado la biografía en A vida secreta de María Mariño (2007), Folerpas de Novoneyera (2010) e en “A voz que vén da seitura”, incluído en el libro-idsco con DVD de la Señora Carmen A flor dos meus anos (PAI Música, 2007). 


He abordado la poesía en Persianas, pedramol e outros nervios (1992); Tortillas para os obreiros (1996); Cidades (1997), traducido por Espasa Calpe en 1998 como CiudadesSubversións (2001); Balada solitaria (2004) y Transición (2011). Ademais, he publicado una antología de la poesía gallega, lúdica y desenfadada, de carácter juvenil y dirigida a las personas que no están acostumbradas a leer poemas, titulada Poetízate (2006), que es todo un best-seller, con máis de 10.000 ejemplares vendidos. 
Como periodista, en un parto difícil, di a luz Territorio ocupado (1998), una crónica de literatura periodística sobre el conflicto saharaui, y Un país a medio facer (2008), sobre la evolución de la cultura gallega en los últimos 20 años. Tamén he viajado por la Nicaragua asolada por el huracán Mitch, acompañado del fotógrafo Manuel G. Vicente, realizando diversos reportajes.
Mis libros CiudadesO brillo dos elefantesA vida secreta de María Mariño, Folerpas de NovoneyraPoetízateCartas de amor, y A punta de pistola se publicaron en colecciónes destinadas al público infantil y juvenil, igual que los álbumes ilustrados A casa da duna (2002) y La araña y yo (2009), realizados en colaboración con el fotógrafo Manuel G. Vicente. Soy coautor de la traducción al gallego del Polgariño (1995), de Charles Perrault, de A aventura sorprendente dun homiño moi valente, de Hans Traxler, y de Cama e conto, de Gonzalo Moure.
Lo de viajar es algo que me gusta mucho, porque creo que me enriquece como persona y como escritor y, sobre todo, satiface mi curiosidad y me estimula a interpretar el mundo desde mi capacidad creativa.
Al viajar, no soy un tipo nada exquisito. Disfruto tanto de un buen hotel como de pasar la noche en una tienda de campaña, en una hamaca en la selva, de dormir sobre la hierba, mirando las estrellas (y no es para inspirarme, porque inspirarme, lo que se dice inspirarme, lo hago mucho mejor oliendo el aceite denso y pastoso de la señora Lola, que trabaja haciendo tortillas para los obreros). Por cierto, ya que estamos en ello, aprovecharé para decir que no tengo nada que ver con los que piensan que la poesía es ese género estúpido y bucólico en el que uno se inspira con el aroma de las flores en primavera. Para mi la poesía es profundamente subversiva, flexible como el chicle, y tiene propiedades diuréticas; alivia porque es un magnífico tranquilizante sin prospecto. En dosis altas, crea adicción o alergias. Su capacidad subversiva o sus reacciones alérgicas me permiten lanzar una mirada interpretativa y crítica sobre mi tiempo, del que soy hijo inexcusable. Y esto es válido para toda la literatura.
Ya puestos, con repecto a la literatura, tengo que confesar que escribir un libro y saber que me lo va a leer alguien es una experiencia profundamente gratificante. Y resulta evidente que son las lectoras y los lectores los que le dan vida a los libros con cada lectura. Así que a todas ellas e ellos, gracias por hacerme posible como escritor. Ademas, como escritor, tengo que estarle profundamente agradecido a los que escribieron libros con los que yo pude aprender y disfrutar del placer de la lectura. La capacidad de la literatura para subvertir la realidad es una de las cosas más milagrosas y gozosas del mundo.
En el mundo, por cierto, hay demasiadas cosas que me desagradan. Desgraciadamente, vivimos en un planeta que me averguenza, dominado por la infamia, la injusticia, la discriminación, los intereses económicos, la destrucción, la especulación, el egoísmo, la pobreza, el dolor, la intolerancia, el fanatismo, el machismo, el racismo, la violencia, la guerra. Me parecen profundamente perversas aquellas personas que hacen prevalecer sus intereses particulares por encima de los de la comunidad.
Yo creo que la literatura nos ayuda a ser mejores persoans y a comprender mucho mejor este mundo en el que vivimos (y, seguramente ese es el principal motivo por el que yo mismo escribo), lo que, en definitiva, es mucho, muchísimo. Por eso no puedo compartir la opinión de aquellos escritores y escritoras que alegan que la grandeza de la literatura está en su gratuidad. La aprenhensión del mundo que nos proporciona la literatura (como lectores o como escritores) es de tal magnitud que supera, en mi opinión, cualquier tipo de gratuidad. Y eso es todo. Muchas gracias por leer este texto.